Era una vez un templo de Zeus destruido por los romanos, cuando um terremoto lo acabó de ponerlo abajo. En el siglo vinte y dos después de Cristo, un arquitecto ve-ne-zi-ano, contratado para erguir un estadio paralimpico, descubrió en sus escavaciones, sob los escombros de una columna dórica, unas gafas (óculos) de procedencia, a lo mejor, de un taller (ateliê) brasileño. Fue la prueba que hacia falta para la confirmación de la estada, en el siglo anterior, en solo griego, de un grupo de jovenes brasileños, formado por un excepcional artista, que como Leonardo da Vinci, tenia muchas habilidades: además de hacer fotos, el era también ingeniero, productor de cerámica, escritor e lo esposo de la diosa Arligrant, mui estimada y alegre. Junto con ellos, iba la Chica de Copacabana, también mui querida, elegante y animada. Sin embargo, no le gustava la cerámica. Lo que fue ampliamente demostrado en su embestida contra los caballitos, cascos (capacetes), estatuíllas e vasitos, todos puestos abajo por la peligrosa Chica de Copacabana de ojos verdes. Last, but not least, la pareja de oftalmológos que prescribió la receta de las gafas desaparecidas. El escalava lo Kilimanjaro todos los años, e, por supuesto, en Grecia, queria subir la Acropolis todos los dias, para concretar su proyecto de edificar su infierninho cerca del cielo, donde su simpática e entusiasmada mujer Ester, pensava en bailar y se esbaldar. Mientras tanto, ésta sacó el móvil y leió la mensaje de la diosa Regina, narrando haber visto las gafas en el Museo Británico, junto a las estatuas griegas que los británicos llevaron de Grecia...
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terça-feira, 16 de outubro de 2012
Era una vez (em portunhol, quiça espanhol, por termos ouvido tanto as guias falarem em espanhol) - Angela Delgado
Era una vez un templo de Zeus destruido por los romanos, cuando um terremoto lo acabó de ponerlo abajo. En el siglo vinte y dos después de Cristo, un arquitecto ve-ne-zi-ano, contratado para erguir un estadio paralimpico, descubrió en sus escavaciones, sob los escombros de una columna dórica, unas gafas (óculos) de procedencia, a lo mejor, de un taller (ateliê) brasileño. Fue la prueba que hacia falta para la confirmación de la estada, en el siglo anterior, en solo griego, de un grupo de jovenes brasileños, formado por un excepcional artista, que como Leonardo da Vinci, tenia muchas habilidades: además de hacer fotos, el era también ingeniero, productor de cerámica, escritor e lo esposo de la diosa Arligrant, mui estimada y alegre. Junto con ellos, iba la Chica de Copacabana, también mui querida, elegante y animada. Sin embargo, no le gustava la cerámica. Lo que fue ampliamente demostrado en su embestida contra los caballitos, cascos (capacetes), estatuíllas e vasitos, todos puestos abajo por la peligrosa Chica de Copacabana de ojos verdes. Last, but not least, la pareja de oftalmológos que prescribió la receta de las gafas desaparecidas. El escalava lo Kilimanjaro todos los años, e, por supuesto, en Grecia, queria subir la Acropolis todos los dias, para concretar su proyecto de edificar su infierninho cerca del cielo, donde su simpática e entusiasmada mujer Ester, pensava en bailar y se esbaldar. Mientras tanto, ésta sacó el móvil y leió la mensaje de la diosa Regina, narrando haber visto las gafas en el Museo Británico, junto a las estatuas griegas que los británicos llevaron de Grecia...
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Interesante essa crônica estão de parabens...
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