sábado, 9 de junho de 2012


Trechos de Vamos a calentar el sol  de José Mauro de Vasconcelos

“... - Si ese sol de Dios es tan lindo, imagínate el otro.
  -   Que otro sol? No conozco más que éste.
  -    Hablo de otro mayor: el que nace en el corazón de cualquier hombre. El sol de nuestras esperanzas. El que calentamos en el pecho para entibiar también nuestros sueños.
Quedé maravillado.
   - También eres poeta?
   -   No, solo que me di cuenta antes que tu de la importancia de mi sol.
   -   Como de “mi sol”?
   -    El tuyo, es un sol triste, cercado de lágrimas en vez de lluvia. Un sol que no descubrió todo su poder y toda su fuerza. Que todavía no embelleció todos sus momentos.
   -   Qué debo hacer?
   -   Poca cosa. Solamente querer. Necesitas abrir las ventanas del alma y dejar entrar la música. Es necesario regarlo todo con música…”
  
Depois de uma das diabruras de Zezé, ele foi levado à Diretoria do colégio, que lhe passou como castigo a penitência de escrever uma frase mil vezes:

             Tragué en seco. Mil renglones? Mejor sería escribir un libro, una novela, cualquier cosa. Una porquería cualquiera. Pero mil renglones sería ir más allá del Purgatorio. Y aun tenía que dar las gracias al cielo por no haber sido expulsado. Con que cara enfrentaría a mi familia?
               Con todo, La masacre aún no había terminado. Ahora tenía que escogerse la desgraciada frase. Y se decidió que ella sería de mi propia elección. Razoné rápidamente. Pero La sentencia exigía que utilizara algo que no me gustase, para dar mayor volumen al castigo.
    - Vamos, Vasconcelos. La frase?
Entonces pensé en una cosa que me gustaba mucho desde pequeñito. Diría que La detestaba y por lo menos podría escribir algo que amaba:
    - La frase!
    - Esta: - Oyeron del  Ipiranga las márgenes plácidas”... .
Fue un desconcierto general. El Hermano Director levanto las cejas, formando aquel famoso arco negro.
    - Este muchacho está completamente loco! Detesta el propio Himno Nacional?
Para pedir perdón a mi himno predilecto crucé los dedos, presos a mis brazos cruzados.
   - Muy bien. Usted eligió, pero aquí no termina todo. Hermano Joaquim, por favor, escriba em el pizarron.
El Hermano Joaquim se dirigió allí y tomo La tiza (giz).
- Escriba, por favor, Hermano:
- Oyeron del Ipiranga las márgenes plácidas que soy un alumno ingrato y irresponsable.
      
                                                              ***
Dada (empregada da casa), quien es el vecino de la izquierda?
-   Es un matrimonio solo. Dicen que tiene una hija que estudia en Rio y que v a venir en las otras vacaciones.
-  Y la mujer que vive del otro lado?
-   Ui! Esa es una inglesa con un carácter…!se llama doña Sevéruba.
-   Cómo?
-    Es un nombre muy difícil, y como la mucama no sabe pronunciarse bien la llama Sevéruba.
-    Lancé una carcajada.
-    Eso no es nombre de gente, pero es muy divertido!
Dada me avisó.
-    No vayas para el lado de ella, porque ni siquiera deja que su empleada coma aunque sea una fruta de su huerta.
Sonreí y pregunté de improviso:
-    Te gustan las guayabas Dada? Las guayabas rojas como la sangre?
-     Son las que más me gustan.
-     Entonces espera.
Levanté unas tejas y le mostré media docena de guayabas.
-     Prueba una. Son muy sabrosas.
-     Como las conseguiste? Aquí en la quinta no hay de éstas.
   En la casa de doña Sevéruba.
-    Te las dio ella?
Agrandó los ojos al preguntarlo.
-    Qué va a dar! Mira, todas ellas tienen un agujerito (buraquinho).
-     Hechos por algún bicho?
Como cada vez entendía menos, le expliqué.
-     Tomé una vara larga (longa), clavé en las puntas un clavo bien afilado, derribé al suelo las guayabas. Después las ensarté (trespassei) en el clavo y las fui subiendo con cuidado. 
                                   
                                                                              **
                Sugiro a leitura de Vamos aquecer o sol, livro comovente até o final. Mas, desde logo aviso que está esgotado. Devemos procurá-lo em algum sebo.






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